SORTILEGIOS
Adivina, adivina, buen adivinador: ¿Qué será de esta humanidad en un tiempo más?. Fukuyama, señor moderno de las verdades totales, declaró que será lo mismo que es hoy para siempre jamás.
Cómo un dios moderno fue entronizado de inmediato por aquellos, conocidos, casi invisibles, escondidos en montañas y de los cuales se conoce su pasión por perpetuar sus Vidas Reales y Aposentos Magníficos. Por supuesto, le fueron compradas todas sus palabras y millones de papeles de color verde le retornaron, en agradecimiento.
Sin embargo, ya nadie toma en serio lo que dijo, menos en este lado del mundo, el lado latino americano. Seguramente para los algunos como él, seguiremos siendo los salvajes del tiempo de la colonia, que no entienden del fin de la historia, sumidos en esta cultura moteada de añeja y dinosáurica.
¿Adivinamos, pronosticamos?, ¿Contemplamos, construimos?, ¿Qué haremos?.
Nos citamos.
Hacemos nacer sortilegios, un centro cultural en el que estarán presentes diversas culturas, diversas manifestaciones, la expresión dialéctica de los más amplios reflejos de la pacha mama, del Universo, en el ser humano. Estarán también, las de aquellos que han dictado el fin del progreso humano.
Nuestra única condición es que los que se integren no impongan ni disparen, no quemen los libros, no pongan bozal en la boca de los que aún creemos en el ser humano, en su inteligencia, en los sueños.
Jugaremos a adivinar, pero buscamos prevenir. Llenaremos los espacios neuronales de emociones y sentimientos, pero desde los cuerpos y objetos que tocamos, vemos, sentimos y que desde donde están, junto a nosotros, nos hacen sentir, así como lo hace el érase que se era trascendido en nosotros mismos.
Transformamos, no sólo contemplamos. Regalamos nuestras producciones, pero no a quienes se las apropian por la fuerza o el engaño. No a quienes nos las pretenden enajenar. Queremos ser dueños de la vista y de la alttura, cabalgar seguros en la bestia del futuro.
Llenaremos los espacios neuronales de acciones y movimientos, de vida, de salud, de cariño, de amistad, de solidaridad, de trabajo. Amamos a quienes acuden por nosotros y no necesariamente ni sólo porque nos dan el aliento, sino también por que comparten nuestros sueños y las ganas de hacerlos realidad. Amamos a quienes no acuden y a quienes no quieren que nadie acuda, para ellos también deseamos el mismo sueño bueno.
Invitamos, finalmente, a muchos ángeles. La cita es con ellos también.